La acumulación descontrolada de polvo combustible constituye un riesgo latente para gran cantidad de actividades productivas e industriales. Para combatirlo, se debe aplicar una estricta política de control, sumada a un constante trabajo de capacitación del personal.
Proteger en forma permanente la seguridad de los trabajadores dentro y fuera de su entorno laboral, es uno de los aspectos más trascendentales que toda empresa u organización debe tener en cuenta, si aspira a consolidar su desempeño exitoso y eficiente.
Para alcanzar dicho objetivo, es importante considerar todos los riesgos que pueden presentarse en cada una de las actividades industriales o productivas de la economía. En especial, aquellos que suelen pasar lo suficientemente inadvertidos como para generar accidentes de consecuencias trágicas o fatales.
Uno de estos “riesgos descuidados” de alto impacto es la acumulación excesiva de un elemento altamente inflamable conocido como “polvo combustible”.
Esta situación, que para la gran mayoría de las personas es prácticamente desconocida, ha sido causa de un alto número de accidentes trágicos en todo el mundo, generalmente con graves consecuencias, tanto para la salud de los trabajadores, como para la infraestructura circundante.
Basta sólo recordar el último gran accidente reportado en julio de 2015 en Bosley, Gran Bretaña, donde la explosión de un molino de harina de madera, perteneciente a la compañía maderera Bosley Wood, mató a doce trabajadores y dejó gravemente heridos a otros cuatro.
Algunos de estos materiales particulados peligrosos provienen de sustancias conocidas por su naturaleza inflamable como la madera, los metales ligeros y diversos elementos químicos, entre los que se cuentan el salitre y el azufre, por ejemplo.
Pero también pueden proceder de otras fuentes más desconocidas e inesperadas, como productos agrícolas aparentemente inofensivos, entre los que se cuentan el grano, las especias y el tabaco. Incluso, la industria textil también es propensa a sufrir este tipo de siniestros, como ocurrió en la fábrica Harbin de China, el 17 de marzo de 1987, cuando la detonación de repentina de polvo de lino acumulado en el entorno mató a 58 operarios, y causó graves quemaduras a otros 177.
¿Qué es el polvo combustible?
Técnicamente, el polvo combustible, también conocido como polvo explosivo, está compuesto por material particulado fino que surge como subproducto de aquellos procesos de fabricación donde se utilizan materias primas combustibles.
Dichas partículas pueden generar riesgo de explosión cuando quedan suspendidas en el aire, en ciertas concentraciones y en condiciones específicas como para favorecer la combustión repentina. Para que ello se produzca, sólo se necesita una fuente de ignición, que muchas veces puede ser involuntaria. Por ejemplo, la chispa generada por el roce entre dos superficies metálicas tan aparentemente inofensivas como una tijera y un mesón de trabajo.
Si la concentración de polvo presente es muy alta, la explosión resultante, ante una combustión repentina, suele ser catastrófica y, por lo general, provoca destrucción de la propiedad y lesiones muy graves, e incluso la muerte, a quienes estén cerca.
De hecho, lo más probable es que la explosión no quede limitada al entorno o zona más cercana al punto de ignición, sino que se extenderá hacia el resto de las instalaciones de la empresa, afectando además a cualquier otra vivienda o infraestructura aledaña.
Así ocurrió, por ejemplo, en agosto de 1997 en Francia, cuando la explosión de un almacén de granos en la Société d’Exploitation Maritime Blayaise mató a 11 funcionarios administrativos, e hirió a otros cuatro que en ese momento se encontraban en un edificio de oficinas, cercano al punto de detonación.
Estos daños colaterales ocurren porque la onda explosiva inicial generalmente se expande con violencia fuera del espacio cerrado donde se generó la deflagración, lo cual también desplaza o agita el polvo combustible decantado en otras instalaciones.
Como consecuencia, se mezclará una mayor cantidad de polvo con el oxígeno presente en el aire, lo que provocará una segunda, tercera o incluso cuarta explosión. Todo dependerá de la cantidad de material combustible acumulado en el ambiente.
Algunas de estas explosiones pueden, incluso, ocurrir dentro de otras máquinas o contenedores, ya que la onda de presión y el fuego se pueden propagar a través del sistema de conductos de ventilación. Es precisamente en ese momento, cuando aumenta en forma exponencial el riesgo para la vida de las personas, así como la posibilidad de que se destruya una gran cantidad de infraestructura y equipos, o incluso de edificios enteros.
Algunos ejemplos de procesos industriales que típicamente generan polvo combustible son el triturado, la molienda, corte, fresado, pulido y aserrado. De hecho, los modernos trabajos de impresión 3D, también pueden generar polvo combustible, en especial si se utilizan resinas o polímeros en combinación con otros productos inflamables.
¿Cómo enfrentar y prevenir este riesgo?
Como hemos visto, el polvo combustible es un peligro latente que de manera habitual afecta a una amplia variedad de industrias y entornos de trabajo. Sin embargo, uno de los factores que más incrementa el riesgo de sufrir accidentes con consecuencias fatales, radica en que, en la mayoría de los casos, tanto empleadores como trabajadores desconocían la existencia de un peligro inminente.
Así ocurrió, por ejemplo, en Port Wentworth, Georgia, Estados Unidos, el 7 de febrero de 2008, cuando la detonación de polvo de azúcar al interior de los almacenes de la empresa Imperial Sugar mató a 14 operarios y dejó heridos a otros 42.
El riesgo por desconocimiento crece exponencialmente debido a que las partículas de polvo combustible son prácticamente invisibles para el ojo humano. Esto favorece su acumulación en ambientes donde no pueden detectarse a simple vista.
Ello implica, en consecuencia, que las empresas deben tomar medidas permanentes para mantener la seguridad de sus trabajadores, así como la integridad de sus instalaciones.
Una de las acciones preventivas más importantes y evidentes consiste en diseñar, implementar y aplicar rutinas de limpieza claramente establecidas dentro del reglamento interno.
Estas medidas, además, deben ser conocidas por todo el personal, tanto operativo como directivo. Para tales efectos, se aconseja llevar a cabo charlas y capacitaciones permanentes en todas las actividades que conlleven el riesgo de sufrir este tipo de siniestros.
Del mismo modo, resulta crítico asegurarse de que todo el personal cuente con equipos de trabajo, como ropa o herramientas, debidamente preparados para evitar el riesgo de ignición en ambientes de alto riesgo. Esto implica aplicar medidas tan sencillas como, por ejemplo, no fumar, utilizar trajes sin hebillas metálicas y calzar zapatos con suelas de goma, entre otras opciones.
Del mismo modo, para evitar los peligros ocasionados por la acumulación desmedida de polvo combustible, tanto en espacios cerrados como al interior de máquinas e infraestructura, se deben utilizar colectores de polvo, filtros especiales y sistemas de control de aire programados para emitir alertas inmediatas, en caso de detectarse cualquier concentración superior a lo normal.
Asimismo, se puede recurrir al uso de checklist digitales que establezcan parámetros previos de control de ambientes, a partir de los cuales se lleve a cabo un constante proceso de inspección respecto de los niveles mínimos y máximos de concentraciones de polvo que debe haber en un lugar, de acuerdo con las características del trabajo realizado.
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