A pesar de las diferencias tecnológicas y funcionales entre Google Android o Apple iOS, la intensa lucha entre ambos sistemas por conquistar el mercado de los dispositivos móviles inteligentes no tiene un dominador claro, y sólo se decanta por las preferencias individuales de cada usuario.
El mercado del software es, sin lugar a dudas, uno de los más competitivos y ágiles dentro de todo el espectro tecnológico. Característica que se expresa en una constante disputa por captar las preferencias del consumidor, mediante constantes modernizaciones y actualizaciones.
Sin embargo, en los últimos años esta disputa ha sido particularmente encarnizada en el segmento de los teléfonos inteligentes y sus sistemas operativos. Escenario que hoy dominan, casi sin contrapeso, dos hoy gigantes cuyos productos marcan la pauta de todo el desarrollo presente y futuro de esta categoría: Apple (iOS) y Google (Android).
Hace tan sólo una década, la disputa comercial entre Google Android o Apple iOS se basaba en aspectos claramente diferenciados y fáciles de advertir por los seguidores de cada tecnología respectiva. Sin embargo, hoy esas distinciones son más tenues, especialmente en lo que dice relación con la personalización y funciones propias de cada sistema operativo.
Por ende, la opción de compra finalmente se decanta a partir de ciertas “sutilezas técnicas” que pueden ser más valiosas para uno u otro consumidor, dependiendo del uso que finalmente se le dé al respectivo dispositivo móvil de Google Android o Apple iOS: ya sea esparcimiento, trabajo, o ambas dimensiones.
¿Más apertura o mejores restricciones de seguridad?
Esta característica debe ser, sin lugar a dudas, la diferencia más marcada que existe entre Google Android o Apple iOS, dado que Android trabaja fundamentalmente en un entorno abierto, mientras que iOS lo hace en otro completamente cerrado. Y aunque esto último puede ser considerado negativo, lo cierto es que Apple recurre a esta distinción para brindar mayor garantía de seguridad (argumento que también ayuda a su posicionamiento de mercado).
Esto implica que las aplicaciones disponibles para el sistema iOS deben cumplir estrictas pautas establecidas directamente por Apple y, además, superar un exhaustivo control de calidad y seguridad. De este modo, se pretende garantizar tanto el rendimiento óptimo del equipo, como la protección de los datos y la buena experiencia del usuario.
Por ello, a partir de la versión iOS 7, todos los dispositivos móviles que usen este sistema operativo quedan vinculados a la Apple ID del usuario, que es única e invariable. De este modo, aunque el equipo sea borrado o formateado, no se podrá usar sin dicha cuenta, lo cual protege tanto el hardware como toda la data de su dueño, en caso de robo.
Android, en cambio, trabaja sobre la base de otorgar máxima libertad a los creadores de apps, lo cual permite una enorme disponibilidad de soluciones y herramientas que pueden descargarse libremente desde la App Store al teléfono. Esto, sin embargo, abre la posibilidad de que se produzca una invasión de aplicaciones de mala calidad, que exijan pagos inesperados o provoquen mal funcionamiento del equipo. Incluso, plantea el riesgo no menor de ser infectados por archivos maliciosos, virus y malwares. Debilidad que comenzó a ser subsanada a partir de la versión Android 6.0, pero que aún abre demasiadas puertas a riesgos y peligros desconocidos.
Y si bien los dispositivos Android también deben ser asociados a una cuenta Google determinada para funcionar por primera vez, dicha restricción puede “saltarse” si se formatea el equipo mediante un proceso especial.
Uso intuitivo vs. “Caos de Marketing”
En el ámbito de la interacción con el usuario, en tanto, Apple trata que su sistema operativo sea lo más intuitivo posible. Por ejemplo, se pueden encontrar todos los ajustes del sistema en un mismo lugar, bien identificados y ordenados, a diferencia de Android, que depende mayoritariamente de las características de diseño que cada fabricante de teléfonos estime conveniente.
Esto se traduce en que los menús de Android tienen una enorme multitud de opciones y botones con los que se debe interactuar y, en muchas ocasiones, no hay claridad de dónde pulsar para acceder a una función o app específica, lo cual provoca la confusión del usuario.
Las facilidades de Apple también se reflejan en la posibilidad de realizar videollamadas vía ‘FaceTime’, sin tener que instalar nuevas aplicaciones o abrir cuentas adicionales, como las que requiere un teléfono Android para ejecutar la misma función.
Asimismo, la interfaz intuitiva de iOS ordena automáticamente en una cuadrícula las apps que el usuario instale. Dicha característica se suma al hecho de que la estructura del sistema operativo es tan simple, que no hay menús ni opciones a los cuales haya que acceder desde diferentes sitios. Lo que está en la pantalla, es lo que efectivamente tenemos en nuestro teléfono.
¿Hardware más potente o mejor rendimiento?
A nivel de hardware, Android requiere máquinas con mayor disponibilidad de memoria RAM y procesadores con más núcleos, para así soportar futuras actualizaciones y funcionar con la misma fluidez que hoy tienen los dispositivos iOS.
Si bien a muchos usuarios esto les parece motivo de extrañeza, e incluso, de crítica, lo cierto es Apple no necesita más, porque precisamente esa es una de sus mayores fortalezas. Entrega mucho más, con menos requerimientos de sistema.
Opciones de gamas y personalización
Uno de los puntos negativos de Apple radica en que sólo ofrece equipos de gama alta. Esto se debe, según sus voceros, a que los dispositivos están fabricados con materiales de alta calidad y desarrollados con el máximo cuidado. Estrategia de marketing que hoy les permite poner el precio más alto que el cliente esté dispuesto a pagar, y que actualmente no baja de US$500.
En cambio, Android ofrece mayor surtido de gamas, con precios que fluctúan entre US $80 y US $800 aproximadamente, según las especificaciones de cada fabricante. Si bien esta característica permite que sus teléfonos sean accesibles a todo tipo de consumidor, también es un arma de doble filo, pues un equipo de gama baja no responderá con la misma fluidez o calidad, tampoco podrá soportar futuras actualizaciones, e incluso podría tener problemas de espacio en muy corto plazo.
Esta característica se traduce en una enorme diversidad de configuraciones técnicas y estéticas, pues cada fabricante de teléfonos instala una interfaz propia, con nuevas funciones y botones, para distinguirse de los demás y hacer sus productos más atractivos. Ello provoca que los menús tengan diseños diferentes, y puedan resultar confusos.
Por el contrario, iOS es un sistema cerrado y totalmente controlado por Apple, sin ningún otro intermediario. Esto permite que cualquier contingencia o problema de seguridad sea rápidamente resuelto. Mientras que los fabricantes que operan con Android tardan más tiempo en adaptar sus equipos, cada vez que se genera algún parche o actualización del sistema. Proceso que puede demorar aún más, dependiendo de las características de cada modelo y de los mercados objetivo.
Privacidad y memoria
Sin duda, los equipos de Apple ofrecen mayor nivel de privacidad, por lo que es prácticamente imposible desencriptar un iPhone o iPad. Por ello, la empresa sólo puede recopilar información de sus usuarios, para el desarrollo de futuras actualizaciones, en forma anónima y mediante una función opcional, que se puede activar o desactivar a voluntad de cada persona.
En concordancia con esta filosofía los dispositivos iOS sólo operan con memoria interna o virtual. Para acceder a esta última hay que contratar alguno de los planes que se ofrecen en la nube de Apple o iCloud. Esto implica que no se pueden usar tarjetas SD, salvo que se recurra a adaptadores especiales conectados al puerto Lightning, los cuales son incómodos y poco prácticos.
Android, en cambio, sí permite el uso de tarjetas SD, e incluso ofrecen la posibilidad de encriptarlas para brindar más seguridad a los usuarios. Característica que no sólo es acorde a la filosofía de sistema abierto, sino que además es muy necesaria, debido a que estos equipos ocupan más espacio de memoria interna y recursos de sistema.
Integración con el ecosistema
iOS sólo permite integración con los productos Apple (Mac, iPad, iPhone y Apple TV), los cuales ofrecen alta calidad y máximo rendimiento. Esto permite, por ejemplo, trabajar indistintamente desde un iPhone a un Mac, sincronizar álbumes de fotos en todos los dispositivos, o responder una llamada o email en cualquiera de ellos. Sin embargo, se trata de soluciones de alto costo y que sólo pocos están dispuestos a pagar.
Otro aspecto que conjuga el amor y odio de los usuarios es la necesidad de utilizar ‘iTunes’ para traspasar música y vídeos desde el computador al teléfono. Esto obliga a ejecutar un paso extra, en comparación con los sistemas Android, pero en compensación permite mejorar la calidad de los archivos y brinda más protección ante cualquier ‘malware’ o archivo dañino oculto.
Android, a su vez, no tiene la misma capacidad de integración multifuncional entre teléfono y computador, por lo que debe recurrir a aplicaciones de terceros (como, por ejemplo, Airdroid) para igualar esta ventaja.
Sin embargo, Android sí permite descargar al teléfono cualquier archivo de Internet, igual que en un computador, lo cual facilita bastante la vida, pero que conlleva el mismo riesgo de infectarse con virus o malwares, por lo que siempre hay que estar muy atento al origen de las descargas.
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