El burnout es un síndrome psicológico, caracterizado por la falta de motivación y el desgano progresivo en el desempeño del trabajo, hoy afecta al 10% de la fuerza laboral mundial, por lo que es imprescindible que las empresas y sus líderes adopten las estrategias necesarias para prevenirlo y enfrentarlo.
El agitado ritmo de trabajo derivado de la competitividad y alta exigencia imperantes en los mercados mundiales, puede generar severas consecuencias en la salud de los equipos profesionales, tanto en gerentes y supervisores como en colaboradores.
Uno de estas situaciones complejas corresponde al “síndrome de burnout” (también conocido como síndrome del “trabajador quemado”), patología de origen psicológico que surge como respuesta ante diferentes factores de estrés emocional y de relación interpersonal, propios del trabajo.
Si bien esta afección sólo se categorizó hace pocos años, hoy afecta al menos a 10% de los profesionales en todo el mundo, de acuerdo con la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Dicha incidencia fue precisamente lo que motivó a esta organización internacional a reconocer en forma oficial al burnout como “enfermedad laboral”, en mayo de 2019.
¿Cómo se manifiesta?
Según explican los profesionales de la salud, el burnout suele ocurrir con más frecuencia en ambientes de trabajo competitivos, lo cual se traduce en mayor incidencia entre profesionales y altos cargos directivos.
Del mismo modo, un estudio realizado por la Universidad de Montreal, Canadá, reveló que las mujeres son más propensas a sufrir burnout, debido a su mayor dificultad para equilibrar el trabajo y la familia, y al mayor estancamiento que sufren en sus puestos, entre otras múltiples razones.
Más allá de esta incidencia particular, el burnout se manifiesta por lo general en un estado de agotamiento físico y mental que se prolonga durante mucho tiempo, lo cual puede provocar alteraciones en la personalidad y una baja considerable en la autoestima del trabajador.
Esto se refleja en diversos síntomas a nivel físico y mental, entre los cuales destacan los siguientes:
A nivel psicológico, la persona se sentirá irritable, apática, pesimista, ansiosa e incluso, puede caer en el cinismo, la depresión y la agresividad. En este estado, suele ser común distanciarse emocionalmente de las demás personas, incluyendo colegas, jefes y subordinados. Además, el paciente comienza a padecer un deterioro en sus relaciones y a manifestar una fuerte tendencia a evitar la interacción social.
A nivel físico, puede provocar diversos trastornos como insomnio, deterioro cardiovascular, úlceras, anemia, dolores musculares, dolores de cabeza, problemas de sueño, desórdenes gastrointestinales, alergias, asma, fatiga crónica, alteraciones en los ciclos menstruales de la mujer e, incluso, daños a nivel cerebral.
El principal riesgo que conllevan estas manifestaciones psicosomáticas, tanto para la persona como para la empresa, radica en que generalmente derivan en una baja considerable de la productividad laboral y en una desmotivación que genera frustración y falta de realización personal en el trabajo.
Consecuentemente se producen situaciones negativas como:
- Falta de atención hacia las tareas.
- Olvidos frecuentes.
- Un marcado desinterés que nace de la dificultad para concentrarse en el trabajo.
Todo ello conforma un círculo vicioso que se retroalimenta de manera constante, porque si no hay motivación se institucionaliza la incapacidad de concentrarse, de cumplir con el trabajo, y de orientarse al logro de los objetivos. Todo lo cual se refleja, por ejemplo, en una característica proliferación de “tareas pendientes».
Adicionalmente, existen otros factores externos que también pueden incidir en el agravamiento del burnout, entre estos se cuentan:
- Factores de riesgo personal, como baja tolerancia a la frustración y al estrés, estar al cuidado de enfermos, padecer enfermedades graves y sufrir pérdidas afectivas, entre otras posibilidades.
- Factores relacionados con la organización, como lagunas en las tareas asignadas, sobredimensionamiento de funciones y responsabilidades, ambiente laboral complejo, fallas en el liderazgo de la empresa, sobrecarga de trabajo sostenida, falta de apoyo y carencia de recursos, entre otras variables.
¿Cómo enfrentar esta situación?
Indudablemente las personas constituyen el eje central de toda empresa. Por ende, garantizar su bienestar tendrá efectos extremadamente positivos para el éxito y la competitividad organizacional, así como también en el buen funcionamiento de los equipos.
Esto implica, que los responsables y directivos del área de gestión de personas deben encontrar las fórmulas más adecuadas para asegurar el equilibrio emocional de todos los colaboradores dentro de la empresa, escenario donde adquiere gran importante su seguridad y salud ocupacional.
En este sentido, para revertir un síndrome de burnout, o bien, para prevenir su aparición al interior de la fuerza laboral, es necesario identificar y modificar las condiciones de trabajo que lo producen o amplifican.
Del mismo modo, si ya se han registrado casos reiterados de esta patología en el equipo, se pueden adoptar medidas como reubicar los trabajadores afectados, brindarles asesoramiento psicológico y asignarlos a programas de mentoring, para ayudarlos a corregir los malos hábitos adquiridos.
Si dentro de la cultura empresarial se internaliza un programa de apoyo, análisis, evaluación y protección a los trabajadores que manifiesten síntomas de burnout, no sólo se evitarán daños a su salud física y mental, sino que además se rescatará a integrantes valiosos para la organización, y se podrá reconstituir su motivación y eficiencia. Todo ello redundará, asimismo, en una mejora global del rendimiento interno, del entorno laboral, y del espacio social-familiar de la propia persona.
El valor de la prevención
Sin embargo, las acciones reactivas no son la única respuesta ante esta problemática. La prevención también es posible y muy efectiva. Para ello no se necesitan grandes inversiones ni cambios estructurales, sino utilizar estrategias similares a las que hoy se emplean para reducir los efectos de otras patologías psicológicas relacionadas con el estrés.
Por ello, es conveniente que los departamentos de gestión de personas elaboren y apliquen estas estrategias oportunamente, de modo que sea posible evitar el agotamiento emocional de los colaboradores y garantizar su bienestar mental.
Algunos de estas acciones pueden ser las siguientes:
Asignar tareas con criterios realistas: Al momento de delegar trabajo, se debe procurar que la cantidad de deberes sea desafiante, pero no excesiva.
Incentivar la pasión personal: Cada integrante del equipo debe desempeñar el cargo o función que más le apasione y motive.
Abrir espacios al aporte personal: Las ideas innovadoras y exitosas también pueden nacer de propuestas personales de cada colaborador.
Proponer horarios flexibles: Una jornada con mayor libertad mejora el rendimiento individual y la conciliación familiar.
Propiciar descansos: Los colaboradores nunca deben renunciar o dejar de lado sus horarios de colación. Asimismo, también necesitan, al menos, unos quince minutos de descanso o relajación durante su jornada diaria.
Conceder excepciones: Es conveniente que los trabajadores tengan permisos para acudir a reuniones o eventos importantes desde el punto de vista personal. Por ejemplo, las presentaciones estudiantiles o artísticas de sus hijos, una comida o algún otro acontecimiento familiar importante.
Establecer objetivos flexibles: Si las tareas fueron mal asignadas o son demasiado complejas, se deben ampliar los plazos de entrega, o bien, proporcionar apoyo mediante la ayuda de otros colegas.
No sobrecargar a los trabajadores: Se debe verificar que no haya un número excesivo de tareas paralelas asignadas al equipo, tanto individual como colectivamente.
Definir roles concretos: Cada trabajador necesita saber con exactitud que se espera de él o ella.
Proveer los recursos necesarios: Esto asegurará que la ejecución de tareas sea lo más eficiente y exitosa posible.
No descuidar la capacitación: Una formación constante, mediante cursos o seminarios, perfeccionará los conocimientos, competencias y motivación del trabajador.
Fomentar la socialización: Hay que permitir que el equipo socialice dentro y fuera del espacio laboral, ya sea en forma presencial o virtual.
Escuchar a los colaboradores: Se debe dedicar todo el tiempo necesario para conocerlos a nivel personal y, así, abordar cualquier preocupación o necesidad que puedan tener.
Hacer propuestas de team building: Periódicamente pueden planificarse actividades lúdicas internas que fortalezcan la unión del equipo.
Proporcionar feedback constante: Es importante dedicar tiempo para reunirse con cada colaborador, para permitirle resolver dudas, o bien, mejorar el desempeño de sus funciones.
Por último, es importante educar al equipo respecto de las características del síndrome de burnout, para que conozcan sus síntomas, consecuencias y formas de prevenirlo.
Si se aplican estrategias que incluyan estos tips de prevención, aumentarán exponencialmente las opciones de prevenir la aparición del burnout, así como de combatir y contrarrestar a tiempo sus efectos dañinos. Todo lo cual contribuirá a mejorar la salud del personal, y a optimizar el desempeño general de la empresa.
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